Me fío de mis amigos. Todos son los mejores en lo que hacen. Y más allá de su magnifico talento, tienen un conocimiento profundo del oficio del director; saben muy bien de la extraña soledad colectiva que es dirigir una película. Yo tengo la melodía y muevo las manos, pero son ellos los músicos, ellos son los que tocan las notas.
PARÍS.
Una película siempre empieza con algo muy vago: una conversación, una escena a través de la ventana del auto, un rayo de luz o unas notas musicales. Biutuful empezó una fría mañana de otoño de 2006 cuando mis hijos y yo preparábamos el desayuno y azarosamente escogí para escuchar un CD del concierto para piano en g mayor de Ravel. Unos meses antes, había puesto el mismo CD del concierto durante un viaje en coche que hicimos al festival de cine de Telluride. El escenario del desierto por la tarde era espectacular, pero, en cuanto terminó el concierto de Ravel en el CD, mis dos hijos, al mismo tiempo, comenzaron a llorar.
La melancolía y profundidad, aunado al sentimiento de tristeza y belleza que esta pieza musical transpira, fueron demasiado para ellos. Mis hijos no podían explicarlo. Sólo lo sintieron. Entonces, en cuanto escucharon las primeras notas del concierto de piano de Ravel, otra vez en la mañana, los dos al mismo tiempo me pidieron que parara. Ellos recordaban perfectamente el impacto emocional y cómo los había conmovido esa pieza. Esa misma mañana, un personaje tocó en la puerta de mi cabeza y dijo: "Hola, me llamo Uxbal". A partir de ese momento y durante los próximos tres años, mi vida transcurriría junto a la de él. O más bien su vida dependería de la mía y viceversa. No sabía quién era, qué hacía o a dónde iría. Era huidizo y estaba lleno de contradicciones. Pero, para ser sincero, supe muy pronto cómo quería presentarlo y cómo quería terminarlo. Es decir, el principio y el fin de una historia que el día menos esperado empezó a dictarse compulsivamente desde mi inconsciente.
Casi un año más tarde, durante un paseo por el Raval y Santa Coloma, en Barcelona, todo tomó sentido. En ese mismo instante supe que Uxbal pertenecía a este vibrante y diverso barrio cuya comunidad de inmigrantes está redefiniendo a Europa entera. Barcelona es la reina de Europa y es verdaderamente hermosa. Pero como toda reina, Barcelona tiene un lado aún más interesante que esa hermosura burguesa y aburrida que todo turista ha retratado millones de veces. Este barrio no está pasteurizado. Este barrio huele. Tiene texturas y contradicciones. Caminar en este barrio es una experiencia física, espiritual y emocional. Mi curiosidad y mi corazón responden a eso. Caminando por allí puedes escuchara los gitanos cantar reunidos fuera de los estanquillos, mientras que los musulmanes rezan en el parque y un canto del imán sale por una rota y pequeña bocina de una mezquita. En la esquina, una iglesia católica está llena de chinos cantando a pulmón. Son ellos y los senegaleses los más buscados para la mano de obra en España. Por su parte, descubrí que Uxbal era también "charnego" (término peyorativo para nombrar a los inmigrantes de Castilla y Murcia en la época de Franco en Catalunya). Los inmigrantes no le son ajenos. Él creció con ellos. Trabaja con ellos. Y es por eso también que Uxbal es un nudo de contradicciones. Padre fervoroso. Amante atormentado. Hijo extraviado. Comerciante del bajo mundo. Amigo de inmigrantes. Testigo de fantasmas. Un simple, humilde y primitivo hombre con un regalo sobrenatural. Un hombre en busca de un padre que nunca conoció. Es otra vez la pérdida la que define a Uxbal, ya que también somos lo que hemos perdido. En este proceso, fue mi hija quien, durante una caminata, me dijo: "Papá, ¿sabías que cuando los búhos mueren echan una bola de pelo por el pico?". Esa noche no pude quitarme esa imagen de encima. Se volvió un sueño recurrente. "Weird Fishers" de Radiohead y "Bitches Brew", de Miles Davis, acabaron de darle la vuelta a todo... y entonces todo comenzó de nuevo y desde cero -pero no en blanco-. Si no entiendes nada de lo que escribo, no te preocupes porque yo tampoco.
Así es que debo pedir disculpas por este periplo sin sentido, pero intentaba a estas alturas de la noche, quizá envalentonado por un par de copas de vino francés, compartir algo que a mitad del camino me he dado cuenta que es incompartible e incompatible con la razón: el génesis de una creación. Éste no pertenece al aburrido proceso racional y consciente. Una película siempre debe de ser contradictoria para seguir siendo congruente. Su fuente es lo onírico, la luz, la sugestión y lo improbable. Sí, el cine es el fraude más hermoso del mundo... semejante a la política, que no es sino el arte de mentir. Sin embargo, el cine por más mentiroso que sea, no causa tantos estragos y miserias como lo segundo. En fin, ya es muy tarde y ahora me doy cuenta de que quizá hubiese sido más fácil y divertido contarles cómo iré vestido a la ceremonia (¿de charro azul celeste) y de qué color será el vestido de mi esposa (y las 700 razones que hay detrás de ese color y no otro). Pero, desafortunadamente, estoy exhausto y los párpados los tengo a media asta. Estoy en París. Son las 3 de la mañana y llevo dos días sin dormir ni una hora. Las razones: uno, el jetlag. Dos, el estado de ansiedad y excitación naturales que ocasiona "competir" en Cannes . Y tres, un pinche borracho cantando en francés afuera de mi hotel y que, además, canta muy mal. Saint German de pres siempre ha sido un barrio de bohemios desafinados, incluyendome a mí.
Dar a luz en Cannes es un evento luminoso. Es quizá una sensación cercana a la urgencia y expectativa que siente una mujer sobre la camilla corriendo hacia el quirófano para dar a luz a un bebé que ha estado en el vientre... ¡por tres años! Intentaré dormir un par de horas, si es que a este cerebro, que no es más que una fuente imparable de anticipación, se le ocurre apagarse un rato.
Cuando leas estas líneas, seguramente todos mis colaboradores y amigos de siempre más Javier Bardem y todo el elenco y yo estaremos subiendo las escaleras rojas en el Palais de Cannes para presentar Biutiful. Más de dos mil personas esperarán ansiosas dentro de un auditorio. Si aparezco con ojeras, será gracias a este escrito de esta madrugada parisina y sabatina. Nunca uno está preparado para Cannes. Una vez más hacia el coliseo y siento la misma emoción del amateur. Una vez más de lo mismo, pero diferente. Salgo en unas horas más en tren para Cannes. Me encanta el tren y al llegar, me dispongo apasionadamente a vivir y atender el momento. Porque, como decía Borges, "la vida está hecha de momentos ". (Y empero no es un momento).
"La fuerza de Babel es la de un apetito insaciable de devorarse el mundo. La fuerza de Biutiful es la contemplación, la necesidad de atender el momento, pues la vida está hecha de momentos. En Biutiful quise capturar la expresión simple de una existencia compleja. Destruir la ilusión y revelar la verdad con el inequívoco impacto de la intimidad. La intimidad como un elemento transgresor. Sí, la instimidad es el nuevo punk".
Hace 10 años, cuando presenté Amores Perros en Cannes, Bernardo Bertolucci fue el Presidente de la Semana de la Crítica y organizó una comida para los directores que participábamos ese año. El maestro Bertolucci lucía sereno y generoso. Platicando abordo de la tercera copa de vino rosado, le dije: "Bernardo, que envidia ser como tú, alguien que ya no tiene que angustiarse ni sentirse vulnerable presentando sus películas. Apartando su plato me miró fijamente y con una leve y triste sonrisa me dijo: "Alejando, te tengo una mala noticia: de aquí en adelante, cada película que hagas será peor".
Qué razón tenía don Bernardo.
Alejando González Iñarritu.
Chocolateynata Sense Studio, Just around.